MATARILE
ESTRENO
5 mayo 2023
3ª parte de la Trilogía de la fragilidad. Precedida por El diablo en la playa (2020) e Inloca (2022)
Una propuesta de MATARILE en coproducción con Teatro Español y Centro Dramático Galego
Antecedentes El diablo en la playa se centró en la lucha contra el caos y nuestro empeño por explicar causas inteligibles y efectos esperados. La poderosa fragilidad de los cuerpos en una playa como metáfora de no-lugar.
Inloca se creó a partir de la decisión de entrar en lugares, de franquear una puerta, de rasgar el paraguas que nos protege del caos. Asumiendo nuestra condición de europeos, lo que somos, esa mezcla de patetismo y grandeza.
FRÁXIL handle with care, planteo mostrar un saber torcido, iluminado oblicuamente. En esta forma de pensar tan con las tripas que nos caracteriza propongo reconocer lo que no puede decirse y sólo puede ser mostrado sin necesidad de preguntarnos si algo es verdadero o si ha ocurrido realmente. Igual que soñamos lugares también podemos fantasear encuentros deseados que pudieron haber ocurrido, y construir a base de relatos ucrónicos.
Mi fragilidad es mi fuerza. Mis dudas también. Mi silencio, por supuesto. ¿No era Wittgenstein el que decía de lo que no se puede hablar mejor es callar?
Esta trilogía pretende ser un homenaje a la fragilidad.
Ana Vallés
Creación y dirección
Ana Vallés
Reparto
Pau Cólera
Antón Coucheiro
Claudia Faci
Celeste González
Alfredo Pérez
Texto
Ana Vallés
Iluminación y vídeo
Miguel Muñoz
Espacio
Miguel Muñoz
Ana Vallés
Rubén Vilanova
Coreografía
Intérpretes y Ana Vallés
Otros textos
Mircea Cartarescu
George Steiner
María Zambrano
Pau Cólera - Antón Coucheiro
Claudia Faci - Celeste González
Alfredo Pérez
Claros del bosque Fragmento.
(Maria Zambrano) Fundación María Zambrano
Solenoide. Fragmento.
(Mircea Cartarescu) Edición IMPEDIMENTA
(traducción de Marian Ochoa de Eribe).
ERRATA Ei exámen de una vida. Fragmento.
(George Steiner) Ed. SIRUELA
Sonido Matarile
Edición de sonido Xacobo Castro
Fotografía y vídeo Rubén Vilanova
Diseño gráfico Diego Blanco
Vestuario Matarile
Asistentes de dirección Daniel Baamonde y Nuria Sotelo
Acompañamiento Enrique Gavilán, Javier Méndez Oro, Isabel Iglesias, Pablo Sánchez y Jacobo Bugarín
Producción y coordinación Matarile Laura Sánchez
Ayudante de producción Marcos Vieitez
Prensa Juancho Gianzo
Distribución Laura Sánchez
Coproducción
Teatro Español, Centro Dramático Galego y Matarile
Con la colaboración de
Festival Escenas do Cambio, A Casa Vella y Talía Teatro
COPRODUCCIÓN
Teatro Español - Centro Dramático Galego - MATARILE
ACTUACIONES COMPOSTELA
Estreno Compostela 5 de mayo
Festival Escenas do Cambio en Salón Teatro
Exhibición Santiago
del 10 al 21 de mayo. Salón Teatro
ACTUACIONES MADRID
Estreno en Madrid 30 de junio Sala Max Aub de Matadero
Exhibición en Madrid
del 1 al 16 de julio
ACTUACIÓN MIT 2023
19 de julio
FRÁXIL handle with care
La fagilidad del paseo, de lo que pasa, de lo que huye, de la conversación peregrina que nos lleva, buscando algo, de un lugar a otro; aceptando el desarraigo y asumiendo el deseo de mostrar un saber torcido, iluminado oblicuamente.
En esta forma de pensar con las tripas que nos caracteriza, reconocemos "lo que no puede decirse y sólo puede ser mostrado" sin necesidad de preguntarnos si es verdadero o si ha ocurrido realmente.
Quien ha hablado de la utopía de la huida, sabe que no tiene a dónde. Se ha convertido en global, ya no es privilegio exclusivo europeo, la historia no se escribe ya en Europa.
La casa Europa. Entonces, ¿a qué casa mudarse? ¿Con qué bolsillos?
Seguimos atrapados en el tiempo cronológico, el tiempo de la historia, proyectándonos continuamente hacia un futuro pero cargando con todo el peso de nuestro pasado -convertido en ruinas pero muy bien conservado y archivado-.
Ante la fragilidad de las ruinas, fantaseo con una Europa lavada o arrasada por la lluvia, en la que haya sido barrido el eurocentrismo. Una Europa porosa, capaz de ser observada, construida, habitada desde otras perspectivas, también con sus propios ojos, nuestros ojos.
Quizás el agua de lluvia nos haga más flexibles. Quizás nos permita recuperar la ingenuidad necesaria para poner otro plato en la mesa.
Ana Vallés
F R A X I L
Extractos de las cartas previas al equipo
Primera Carta. 7 de noviembre
Aunque nos empeñemos en la lucha contra el caos e intentemos poner un poco de orden, convivimos estrechamente con el azar, o sea, con el caos.
Bacon lo denomina el accidente, trabajaba para que eso surgiera, para poder iniciar el cuadro: lo imprevisto, lo que inesperadamente surge, y no se puede comprender. Lo imprevisto no se puede comprender jamás.
El tema es lo de menos, no tiene importancia o, en todo caso, el tema siempre es el mismo. El error sería creer en la importancia del tema.
Lo interesante es la forma que le damos, la imaginación técnica como él la llamaba; yo hablaría de una forma de sensibilidad.
Los acontecimientos (producto del accidente) suceden porque uno está dispuesto a ello, porque crea las circunstancias y está alerta para apresar fragmentos, tránsitos y emanaciones; atrapar lo que sucede en un instante, lo que casi nunca se ve en la penumbra de lo cotidiano.
Aún así, no siempre suceden, claro.
Bacon cuenta que Ingres lloraba durante horas antes de empezar a pintar un cuadro, sobre todo un retrato.
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Me sitúo en estado de alerta, por si pasa una mosca; con las orejas afiladas, con visión periférica.
En el mar inmenso todo está relacionado, flotando: las citas acústicas, el accidente, el claro del bosque, lo fragmentario, las respiraciones breves. Apuntes, manchas, sombras.
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Quien ha hablado de la utopía de la huida, sabe que no tiene a dónde. Se ha convertido en global, ya no es privilegio exclusivo europeo, la historia no se escribe ya en Europa.
Alguien apunta que, estadísticamente, es más probable estar muerto que estar vivo: un duelo de requiems está más que justificado.
La luz se colará por las ventanas, sonará una armónica en otro lugar, reaparecerá el payaso, quizás en monociclo, y el mar cubrirá a las diablas, aunque sólo sea con su estruendo de aguas, como costumbre de lluvias.
Segunda Carta. 28 de diciembre
En una entrevista a Sokurov en 2016 le preguntaron por qué decidió usar la historia del Louvre para explorar la idea de Europa y contestó:
"Porque llevo tiempo oliendo a humo. Y pensé que era importante recordar nuestro modo de actuar hace 75 años, cuando había fuego en Europa, porque así tal vez aprendamos cómo apagar el fuego en esta ocasión...Sin embargo, soy consciente de que la gente casi nunca es capaz de evitar las guerras. Todo lo que somos capaces de hacer cuando vemos una casa ardiendo es contemplar de brazos cruzados."
Sokurov, aunque piensa que Europa está mortalmente herida, está convencido de que los museos, al mostrar las obras de arte de una civilización, tienen la capacidad de enseñarnos cuál es nuestra identidad como europeos.
Sin embargo, en Francofonía, dedicada al Louvre, se muestra la labor que llevaron a cabo el director del museo y un oficial alemán, impidiendo el expolio de obras de arte por parte del gobierno de ocupación nazi, pero no se menciona que el mismo Louvre alberga obras de arte de otras culturas expoliadas por Francia (recuerdo imágenes de los toros alados de la cultura asiria, por ejemplo). Ese ha sido el origen de nuestros museos.
El olor a humo de Sokurov me ha hecho regresar a Cuando la casa se quema de Agamben y a las casas ardiendo que aparecen recurrentemente en Tarkovski. En la última escena de Nostalgia, sin embargo, el fuego es pequeño, frágil.
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Pienso contra mí misma, conspiro contra mí.
No veo más que mis fallos, pero sé que puedo aprender a ver mejor.
Me peleo con la planificación. Todos los días, todos, la misma pelea: me pongo a trabajar? o sea, a planificar, que es lo único que puedo hacer ahora? o voy dejando que todo se impregne de intuiciones sin cuajar, sin cerrar puertas, alimentando la ansiedad?
Deseo la sorpresa. No puede estar todo planificado. Tiene que aparecer lo inesperado, para que yo pueda enamorarme de un momento, de una sombra, de un reflejo, de una voz. Sino sería un profundo aburrimiento. Como la vida: es esto todo lo que hay?
A veces veo más gatos de los que hay.
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Creer en cosas que nos parecen imposibles. Eso es la fe.
Le digo a Laura que, estúpidamente, sigo teniendo fe.
Me contesta: "La estupidez es lo último que se pierde."
Tercera Carta. 26 de febrero
El asombro, el asombrarse, viene de sombra? Busco la palabra asombro: admiración o sorpresa. Viene del verbo asombrar y este de sombra, del latín subumbra: bajo la sombra.
Una etimología popular sería: sacar a alguien de lo oscuro, exponerlo a la luz.
Pienso: la sombra de dios -sea eso lo que sea-
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Por lo visto, desde la pandemia, se ha dado en Europa un movimiento silencioso de dimisión, de deserción de trabajos y lugares: la gran dimisión. El término original, norteamericano, es great resignation.
No hay prácticamente noticias de ello; Bifo habla de este fenómeno en una entrevista que le hizo Amador Fernández-Savater:
"La palabra resignation tiene dos sentidos. El primero es aceptar lo inaceptable. Pero el otro es dimitir, abandonar el campo social, el campo productivo, irse para siempre. Este segundo significado me hizo pensar en un tercero: re-signation, la resignificación. Hay que resignificar nuestra relación con la necesidad, con la naturaleza, con nuestras formas de vida cotidiana, resignificar la relación entre lo concreto, lo útil y la productividad".
Yo lo veo curioso, interesante, porque no se trata tanto de la utopía de la huída como de un ¡basta ya!, una renuncia. No sé si mi fantasía actual de irme a vivir al sur tiene que ver con eso, no lo creo. Pero sí tiene que ver con mi intención de abandonar un tren competitivo y la idea de espectáculo, para volver a un teatro esencial, sin despliegue técnico, basado en las personas, tanto dentro como fuera del escenario. Es por eso la ligereza que pretendo.
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Ella trata de librarse del ruido de fondo que la rodea. Pero no para crear un silencio absoluto, si no un silencio habitado. El silencio absoluto le parece irreal e inhumano y además muy caro, inasequible; un privilegio reducido a las bibliotecas, a los auditorios, a los teatros, no sabe si aún a los museos, a donde no llega(ba) el ruido de la vida. Montaigne -cree recordar- se retiró a los 38 años para dedicarse a leer los libros de su biblioteca, no permitía que nadie se acercara a ella. A su amigo Cejudo, sin embargo, le agradaba el sonido ambiente; leía en los cafés, en el tren, en casa con la radio puesta. Llevaba libros siempre en los bolsillos, en la bolsa del pan, los olvidaba en el camerino, los regalaba.
La vida de la ciudad le impone un nivel de ruido constante que la agota. Y no se refiere solamente al ruido sonoro. Pero el silencio del peso muerto del pasado (museos, archivos, bibliotecas), según ella, condiciona la imaginación y la inteligencia de hoy; nos ahogamos ante ese peso descomunal, ante ese silencio incontestable: todo está inventado, todo está dicho, no hay nada nuevo, bla bla.
Me pregunta si es posible crear -vivir- sin rechazar el pasado, sin quemar los libros, sin quemar las naves, sin quemar las casas y las fotografías. Y yo no sé qué contestarle, pero sigo vaciando la casa.